miércoles, 3 de abril de 2013

Adolescentes y embarazos

Sara Pérez

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha propuesto algunas iniciativas, muy interesantes, que han sido aplaudidas por unos y repudiadas por otros.


Sus intentos de intervención en problemas como el consumo excesivo de sodas o refrescos carbonatados, cargados de azúcar -lo que es un problema gravísimo en medio de una epidemia de obesidad y con una multiplicación de los casos de diabetes y de patologías coronarias, que afectan a una población cada vez más numerosa y más joven-o en el uso masivo y desenfrenado de recipientes desechables, que agreden el medio ambiente, han generado adeptos y desafectos. Las industrias dedicadas a la fabricación de refrescos, quieren fulminarlo; igual que los fabricantes de platos, vasos y recipientes de poliestireno y similares.
Uno de sus últimos programas, también motivo de controversia, es la campaña de prevención de embarazos de adolescentes, en la que se subrayan los inconvenientes de tener hijos a muy temprana edad.
Algunos de los carteles que me tocó ver en el tren, mencionan el costo económico de tener niños y los sacrificios y riesgos, tanto para los jóvenes padres y madres, como para las criaturas. Hay quienes consideran que marcar esos aspectos, penaliza más a los adolescentes involucrados. Y ciertamente sería penoso, y contraproducente, añadir más cargas de censura a quienes ya tienen suficientes problemas e incertidumbres.
Sin embargo, me pregunto, si hacer las advertencias y señalar los inconvenientes, obligatoriamente tiene que plantear culpabilidades de las y los afectados y si una insistencia en esos factores, no ayudaría en algo a  tomar menos a la ligera esa clase de decisiones -en el caso de que se pueda hablar de decisiones tomadas y no de situaciones que simplemente ocurren-.
Hay un punto de esa campaña que, me parece, puede ser rescatado y  empleado no solo en Nueva York, sino en otros lugares con problemáticas parecidas y más graves:  la cruda, clara y honesta presentación de los desafíos que confronta las madres -y a veces los padres, cuando estos simplemente no desaparecen o se desentienden- adolescentes para hacerse cargo de un bebé o, peor aún, de varios.
Sin pretensiones de penalizar a nadie, los programas de educación sexual, debían incluir alguna instrucción sobre las consecuencias adversas de procrear, cuando no se tiene la independencia económica y se necesita el auxilio de terceros para afrontar las demandas permanentes de un infante, o de más de uno, y que ayuden
a los jóvenes -y a las jóvenes, que suelen las más afectadas-, a visualizar las desdichas de una maternidad y una paternidad prematuras y a saber cómo evitarlas.
Los inconvenientes de tener hijos, son mencionados muy rara vez y es de temer que muchos no solo pasen por la adolescencia, sino que haya quienes lleguen a la adultez y hasta a la vejez, con una visión poco realista de lo que implica tener descendencia y más, cuando la carga de esa descendencia recae estrictamente sobre los individuos y la familia y las participaciones estatales se agotan con el suministro de leyes agresoras e irracionales, que cercan, acosan, lastiman y hasta matan a mujeres, niñas y adolescentes embarazadas, que no tienen derecho a disponer de sí mismas y que tampoco tienen dónde acudir en busca de sostén, como ocurre en República Dominicana.
Sí, a una/un adolescente que tenga hijos, se le dificulta terminar los estudios y la culminación de una carrera o el aprendizaje de un oficio especializado, se le vuelve más remoto.
No, ningún niño viene con ningún pan debajo del brazo. Al pan hay que salir a buscarlo. La manutención del niño sale cara y aumenta las precariedades económicas, por los gastos en alimentación, salud, vestido, vivienda y  educación.
Sí, tener hijos es agotador y hasta desesperante. Exige dedicación, entrega y sacrificios enojosos, especialmente en los casos de adolescentes que no siempre están preparados para ponerse a sí mismos en un segundo plano y privilegiar las demandas y necesidades de los pequeños, que serán más vulnerables y estarán más expuestos a peligros y abusos, en manos de madres y padres con responsabilidades que los desbordan.
Quitar y poner pampers o pañales, o lo que aparezca, limpiar vómitos, orines y heces, desvelarse con un muchacho dando gritos, amamantar o preparar leche, sacar gases, correr para el médico a esperar horas muertas por una receta que cuesta el hígado, son tareas que no todos las y los adolescentes consiguen desempeñar con mucha persistencia y entusiasmo.
No, quien tiene niños a su cargo, no debe andar metido en parrandas a medianoche.
Sí, es común que cuando una/un adolescente tiene hijos, en el cuidado de los mismos se implique a otras personas, cuyas vidas se ven alteradas por una agenda y unos compromisos que no son los propios. Estamos tan acostumbrados a contar con la abuela que hará de madre y padre, que con frecuencia no reparamos en que le estamos rediseñando la vida, sin su anuencia.
Sí, tener hijos cuando las circunstancias no son propicias y no se tiene inclinación o madurez para ello -que es lo más común- resulta muy difícil y las/los adolescentes deben estar advertidos al respecto.
La educación sexual debe abordar las contrariedades del sexo y los procedimientos para evitarlas.
Tal vez la campaña de Bloomberg tenga aspectos que deba corregir, pero el señalamiento sencillo,  abierto, directo y sin edulcorantes, de los perjuicios de embarcarse en tener hijos a muy temprana edad, hay que incluirlo en el programa.
Hay demasiadas adolescentes embarazadas y no es un indicador promisorio.

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