sábado, 26 de noviembre de 2011

La pareja: lo humano y lo divino entrelazados


 
Para poder avanzar a una comunión completa es necesario estar disponible a un diálogo sincero, donde se puedan acoger los deseos y las búsquedas del otro, sus planes, sus angustias, aspiraciones y sueños.




 
Mucho hablamos de los desafíos espirituales y sociales de ser cristiano hoy en día, pero poco se habla de lo que significa hacer pareja. Probablemente, porque es más difícil vincularlo directamente con la vida espiritual y es menos heroico que el apostolado social. Sin embargo, la experiencia de hacer pareja es una aventura compleja, mística, pasional, espiritual, social y misteriosa. Es quizás una de las cosas más difíciles de la vida, pero a su vez, una de las más gratificantes. Una relación que perdura en el tiempo puede convertirse en un espacio privilegiado para experimentar el amor de Dios día a día.


La relación de pareja nace, vive y se alimenta de gratuidad pura. Es el lugar donde dos almas se encuentran, se conectan y deciden construir, sin razón aparente, un “algo” juntos. Es difícil entender qué es lo que nos mueve a dar ese paso; parece que la sola presencia del otro nos llena de vida, como si estuviéramos en conexión directa con Dios. Pareciera que las piezas de nuestra existencia se acomodaran violentamente y de pronto todo cobrara sentido en y con el otro. En los primeros momentos del pololeo el solo hecho de estar en presencia de la pareja basta… somos capaces, por ejemplo, de pasar largas horas viendo cómo duerme el ser amado, gozando profundamente de la presencia del otro.
 

Construir una relación de pareja es como crear una dimensión nueva, que se entrelaza con la individualidad, pero la supera; que habita en el mundo, pero a la vez está fuera de él. Una pareja es más que la suma de los individuos, porque tiene una memoria y una intimidad que le es propia. Por esa razón, podemos buscar refugio en nuestra relación, recogernos para recuperar energías, para sanar heridas, para buscar contención, para juntar fuerzas y salir al mundo a dar lo mejor que somos capaces de dar, a amar de la manera más generosa que nos sea posible. Es la mística experiencia de construir algo que nos trasciende completamente y que no se sostiene sin la presencia de otro.

 
La aventura de caminar de a dos tiene también sus complejidades. Para poder avanzar a una comunión completa es necesario estar disponible a un diálogo sincero, donde se puedan acoger los deseos y las búsquedas del otro, sus planes, sus angustias, aspiraciones y sueños. Muchas veces debemos hacer concesiones y buscar un punto de equilibrio que incorpore lo más relevante de cada cual para poder delinear el proyecto común. No se puede vivir en pareja exclusivamente desde el yo, y tampoco pensando que cuando desaparecen las mariposas se ha acabado el amor. Se requiere que ambos individuos estén en el centro, y, por lo tanto, que aquella persona que amamos merezca toda nuestra atención, cariño y dedicación, para que la relación florezca y nosotros con ella.

 
Las relaciones de pareja son uno de los reflejos más potentes del amor de Dios por nosotros. Y es que no puede ser de otra manera, si de la plenitud del amor entre un hombre y una mujer brota la vida nueva ¿cómo no va a ser esta unión entre dos un lugar privilegiado para asomarse al misterio del amor de Dios?. Si la vida en pareja es la columna sobre la cual se articulan los proyectos de largo plazo, que van dando sentido y coherencia a nuestro quehacer ¿cómo no va a ser una manifestación de la voluntad de Dios?.
 

No se trata de hacer una apología del “ser pareja” sino, de poner en relieve que esto que parece tan cotidiano, y a veces carente de lo heroico del apostolado o de la mística de la oración, también tiene una dimensión sagrada. Desde aquí se nutre la relación con Dios, y la relación con Él nutre y da vida a las relaciones de pareja. Probablemente ése sea el desafío más apremiante: dejar que Dios penetre en esa relación que es de dos, para que sea algo que se funda en la gratuidad, se expanda más allá de los individuos y de cabida a las necesidades del otro.

 
Ramiro Villagra
 
 http://catolicolibre.blogspot.com/2011/11/la-pareja-lo-humano-y-lo-divino.html
 

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