martes, 9 de agosto de 2011

Otra Iglesia es imposible

 José María García-Mauriño

En esta Iglesia hay pluralidad de pensamiento. Pero se cree el Vaticano que su pensar es el único y el verdadero. Y el que no lo siga, o tenga otra forma de pensar, otros planteamientos, es un hereje, un heterodoxo. Se cree que está en posesión de la verdad. Así, en estas condiciones, no es posible construir otra Iglesia.


Mientras la Curia Romana siga mandando y gobernando, otra Iglesia es imposible.

Mientras siga vigente el actual Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey Absoluto, otra Iglesia es imposible.

Mientras esta institución eclesiástica siga atada y bien atada a este capitalismo perverso, otra Iglesia es imposible.

Mientras siga formando parte de las estructuras de esta globalización financiera y especulativa, otra Iglesia es imposible. No puede abrir la boca para pronunciar el mensaje de Jesús de Nazaret.

Mientras no sea capaz de reconocer los derechos humanos dentro y los exija hipócritamente fuera, otra Iglesia es imposible.

Mientras siga siendo una institución dogmática y jerarquizada, otra Iglesia es imposible.

Mientras continúe implicada en el entramado político, económico, jurídico y social del mundo de los ricos, es imposible que pueda decir una palabra al mundo de los empobrecidos.

Esta Iglesia se encuentra comprometida con el sistema que hace cada vez más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Ha olvidado completamente la sentencia de Jesús que dice que «no se puede servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al capital».

A pesar de todo, sabemos que hay muchas comunidades de creyentes y de cristianos de a pié aquí en España, en Latinoamérica y África que están viviendo otra forma de expresar su fe. Son comunidades comprometidas con el mundo de los pobres y luchando en los pueblos empobrecidos. No vemos otro futuro.

La “otra cara de la Iglesia” será, pensamos muchos, hecha de gente libre, discípulos del hombre Jesús, que nutrimos nuestra fe en una comunidad de base que intentan seguir al Maestro por otros derroteros completamente distintos.

Son muchas las comunidades que rechazan este sistema y resisten y viven al margen de este desorden establecido. Son muchas las comunidades que trabajan por los derechos humanos. Y esto es una esperanza, sobre todo porque estimamos que esta nueva Iglesia se está formando desde abajo, desde las bases, desde las masas empobrecidas, no sólo desde las cúpulas.

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