viernes, 24 de junio de 2011

Invitación a la desobediencia

pedro.cabiya@gmail.com

Lo verdaderamente milagroso, lo que sobrepasa todas las expectativas de la abyección, es que nosotros se lo damos.Nadie protesta. Como si no fuera con nosotros. ¿Cuán desvertebrados somos? Un estado parásito se nos ha metido en el cuerpo, parásito porque quita y no da nada.





Estamos bajo ataque. Ignora este aviso a tu propio riesgo. Es un ataque sostenido y brutal, y la mayoría de nosotros sencillamente acomodamos mejor el cuello para que los colmillos de jabalíes salvajes que nos beben la sangre puedan hincarse mejor en la yugular. Porque en eso nos hemos convertido... No nos han convertido. Nos hemos convertido. Somos nosotros solos los responsables de nuestra transformación en víctimas, en carnada, en perras falderas.

¿La víctima de quién, la perra de quién? La víctima, la perra de cualquier gobierno de turno, de todos ellos. Somos el hueso que roe un estado criminal y cínico, una estructura mafiosa, maldita que hace años ni siquiera se preocupa de ocultar que es una estructura mafiosa y maldita. Malversa, roba, despilfarra delante de nuestros ojos el dinero que le tributamos tú y yo. No lo hace a escondidas. Los truhanes que hemos elegido para que representen nuestros intereses no sienten que deben montar un teatro de dignidad e integridad. No valemos eso. Total, ¿qué vamos a hacer?

Y la parte más asombrosa de esta historia de violencia doméstica (porque somos esa esposa maltratada que no se decide a dejar al marido que la abimba interdiario) es que cuando al estado, ahíto de tragar recursos, de mantener queridas, yipetas y apartamentos en Miami, de usar los fondos del estado para hacer inversiones personales, cuando a esta estructura mafiosa y maldita se le acaba el dinero... ¡NOS PIDE MÁS! Que lo haga así es asombroso y canallesco, pero predecible. Lo verdaderamente milagroso, lo que sobrepasa todas las expectativas de la abyección, es que nosotros se lo damos.
Nadie protesta. Como si no fuera con nosotros. ¿Cuán desvertebrados somos? Un estado parásito se nos ha metido en el cuerpo, parásito porque quita y no da nada. Ningún hospital público funciona como debe, pagamos la luz más cara del mundo gracias al contubernio diabólico que mantiene el estado con las generadoras, las escuelas son chistes baratos en los que se toma clase sobre blocs... Un estado debe administrar los recursos de un país y canalizar el trabajo de su sociedad para asegurarles a todos una oportunidad justa en la carrera hacia la prosperidad y la felicidad... ¿Cómo hemos permitido que en nuestro país el estado se convierta en el obstáculo principal para la consecución de esas metas?
Vuelven, como mafiosos sicilianos, como miembros de la 'ndranghetacalabresa, como los yakuza japoneses o los verdugos de la Organizatsiya rusa, a pedir más dinero con un paquetazo fiscal que pone los pelos de punta. Confieso que la medida me ha inspirado menos ira que risa. Me ha parecido que vivimos en una caricatura, que somos personajes de dibujos animados. Y el modo con el que estos fantoches pretenden disfrazar el abuso tributario, achacándole el alza al acuerdo del FMI, parece copiado de una comedia mala. No hay ningún esfuerzo de la imaginación, no merecemos, siquiera, las calorías requeridas para inventar un buen embuste.

"Gastamos el dinero que recolectamos de ustedes. Lo usamos para enriquecernos. Necesitamos más. Nos tienen que dar más". Esto es lo que nos está diciendo el estado. Veámoslo así, a ver si así nuestro sentido de la dignidad reinicia su sistema operativo y carga ese programita que al parecer hemos borrado sin querer: la indignación.

Indígnate. Encojónate. Ninguna de estas dos emociones está demás. No son indecorosas, no son conceptos trasnochados. Desconfía de los cínicos que dicen: "eso es política", "la política es así", "¿qué le vamos a hacer?", porque ellos son parte del problema que debemos solucionar y, al fin y al cabo, los cínicos merecen vivir la vida ahogados bajo las circunstancias que su propia indiferencia ha ayudado a crear (son ellos, irónicamente, lo que primero y mejor gozan de las libertades, soluciones y mejorías que instauran los inconformes, los que se involucran, los que "sueñan"). No podemos darnos el lujo de quedarnos quietos; son tus hijos, lector y lectora, los que heredarán los frutos que coseche tu indolencia o tu participación. Poco hay que perder y, visto que somos responsables de nuestra propia victimización, les extiendo una invitación a revisarlaspresuposiciones más nocivas que operan, ahora mismo, en tu cabeza, y que están permitiendo que el cáncer que corroe nuestro estado-nación se expanda como fuego silvestre.Para vencer a este enemigo acérrimo de tu felicidad primero debes deshacerte de las siguientes nociones nefandas y paralizantes. Son las siguientes:

1. Los partidos políticos existen.Deshazte de la ilusión de que hay varios partidos, de que los grupos de poder que se alternan para atragantarse de carroña tienen diferencias ideológicas. Este espejismo es letal, pues te lleva a creer que lo que hizo mal uno lo corregirá el otro. Si eres objetivo y usas tu cerebro (algo que al estado no le gusta), analizando la historia reciente te darás cuenta de que todos lo hacen igual. Los "partidos" se alternan para empeorar las cosas, no para mejorarlas. Para salir del atolladero, no podemos esperar a castigar el partido de turno al cabo de sus cuatro años. Hay que castigarlo mientras está en el poder, y recordarle al que viene, si es que viene, que no le pondremos las cosas fáciles.

2. El estado está por encima de la ley o la moral.Puede que, desde el punto de vista legal, el estado no sea embargable, pero eso no quiere decir que no tiene que rendirnos cuentas. En otras palabras, el estado se sale con la suya toda vez que se lo permitamos. Ningún estado de ningún país es inmaculado, pero incluso en esas poblaciones bendecidas con gobernantes decentes, los ciudadanos jamás deben aflojar su vigilancia. Aceptemos de una vez por todas que el poder corrompe y que no hay nadie, por íntegro que sea, que no sucumba en mayor o menor grado a la tentación. La sociedad, que confía en las manos de pocos la administración de los recursos de un país, debe obligar al estado a ser tan decente y obediente como el estado espera que sean todos los miembros de la sociedad sobre la que gobierna.

3. El estado es infalible: El estado se equivoca. En nuestro caso, se equivoca mucho y a gran escala. El estado que nos gobierna da muestras diarias de ineficiencia, ineptitud, inmoralidad, arrogancia y franca estupidez. Muy pocos ejemplos podemos apuntar que nos muestren al estado dominicano, dominado por el partido que sea, bajo una luz favorable. La corrupción es una práctica tan difundida que muchos políticos ni siquiera saben que están haciendo algo mal cuando se apropian de fondos para hacer una mejora en la cocina de su casa o comprarse un velero. Es normal; es lo que se hace. De modo que, cuando se habla de corrupción,todos y cada uno de los corruptos piensa, realmente, que hablan de otra persona. Psicológicamente esto es posible. Serán muy pocos los corruptos que se ven a sí mismos como corruptos; en general, el político corrupto se ve a sí mismo como un funcionario normal que hace lo que todos hacen. Lo que hace sigue estando mal, y si es inconsciente de su corrupción, con mayor razón hay que hacérsela ver.

4. No es tu deber corregir al estado. Muy al contrario. El estado es incapaz de corregirse a sí mismo. Es el deber de los constituyentes hacer que el estado se comporte de manera correcta. El estado sin la constante vigilancia de la población es como un fenómeno natural: hará y deshará sin saber por qué o cómo. Como ven, los ciudadanos que merezcan el título de ciudadanos tienen más responsabilidades de las que sospechaban. Cavamos nuestra propia tumba cuando le dejamos a los políticos el cien por ciento de nuestra participación en la cosa pública.

5. La política es sinónimo de mafia. La política es la confluencia de los intereses particulares de los miembros de toda una comunidad con el objeto de organizar la mejor manera para que cada uno alcance sus metas materiales y espirituales. La política no es engaño, extorsión, traición, robo, ultraje, mentiras, asesinato, intimidación. La política no es un ejercicio de canallas, aunque puede serlo. Los "realistas" entre nosotros, a quienes les da igual vivir en el paraíso o en el infierno (y por ende les vale un pito que las cosas estén como estén), insisten en que el mundo es como es y no nos bastamos para cambiarlo. No sé bien si su pecado es de pereza o de malicia, lo que sí sé es que la historia, aparentemente, no fue su materia predilecta en el colegio. Si hubieran prestado más atención a clase hubieran aprendido que, sí, la política puede ser un festín de injurias, pero que los canallas que intentan que el estado nacional les sirva exclusivamente a sus canallas intereses siempre tienen un final de canallas. A los Pol Pot, a los Caecescu, a los Trujillo, a los Nixon, a los Hitler siempre les toca acabar como zahorria de muelle. Pero esos son los casos extremos. En nuestro país hay que impedir que vuelva a cooptarnos este tipo de político, y todo indica que quiere resurgir. Tuércele el pescuezo antes de que lo haga.

6. El estado es invencible. Si de algo está llena la historia (antigua y reciente) es de evidencia que apoya el punto contrario. No hay estado que no sucumba bajo el peso de su propia inepcia. Un estado, no obstante, puede creerse invencible y ese es un error que paga caro. Miremos a Egipto, a Libia, a Túnez. En estos países, las estructuras de poder se habían acomodado de tal forma al latrocinio y tan descaradamente exhibían su botín delante de un pueblo empobrecido que... Bueno... todos hemos sido testigos de las imágenes y sentido la profunda satisfacción moral de ver a Zine El Abidine Ben Ali correr por su vida sin hallar asilo político, a Hosni Mubarak sudar la gota gorda en El Cairo, a Khameneí temblar como vela al viento y a Gadaffi llorar. Y todos estos regímenes contaban con aparatos de represión mucho más fuertes y sofisticados que los que posee el insaciable estado dominicano. Medios de prensa hay, sí, alcahuetes, estaciones repetidoras de las sandeces y mentiras del gobierno, pero, ¿hay quién les crea? Todos sabemos cuáles son, todos sabemos al ritmo de qué canción bailan. Descontando la prensa alcahueta y sinvergüenza, y los aparatos de represión risibles con los que cuenta el estado, nos queda una fuerza importante, la piedra angular de este y todo régimen autócrata y abusador: nosotros. Es nuestra cooperación la que otorga a un estado su invencibilidad. Nosotros somos la fuerza cumbre, puesto que sin nuestro apoyo la legitimidad del estado se evapora y su capacidad para mantenerse en el poder se debilita.

Visto lo anterior: ¿Quiénes deberían, ahora mismo, estar aterrorizados? ¿Quién debería temer a quién? Es nuestro deber moral, nuestro deber, no como "patriotas", sino como padres y madres, corregir a la turba de vagabundos que ha secuestrado la nación. Retoma y repite esta columna en tus redes sociales. Hazte eco del cambio. Enardece e instiga a los demás; se trata de un asunto de sobrevivencia, de defensa propia. Se trata de zafarnos de vampiros, de uncinarias que no descansarán hasta no extraer la última gota de nutrimento. En cierto modo, no estás en contra del estado, sino a favor: queremos un estado que merezca el nombre de tal. Empezar es fácil: revisa las nociones mentales que te detienen, reconócelas y desobedécelas.

http://www.acento.com.do/index.php/blog/942/78/Invitacion-a-la-desobediencia.html?fb_comment_id=fbc_10150209322711778_17040945_10150219774446778#f20be0d6f132baa

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