domingo, 18 de julio de 2010

Cada 15 segundos, un niño muerto por falta de acceso a agua y saneamiento

Escrito por: Pablo Pardo. elmundo.es
Aproximadamente, en leer este blog se tarda cuatro minutos. En ese tiempo, 16 niños han muerto en América Latina—uno cada 15 segundos—por falta de acceso a agua potable y sanamiento. Eso, a pesar de que esa región del mundo es la que tiene más agua ‘per capita’.



No sólo eso: las estadísticas que señalan que la región tiene acceso a agua potable son engañosas. Otro ejemplo, igualmente escandaloso, aunque no tan trágico como el anterior: una familia de ingresos bajos de América Latina puede llegar a gastarse el 10% de sus ingresos mensuales en agua embotellada…a pesar de que tiene agua potable en su casa. Eso es más grave cuando estamos hablando de una familia con unos ingresos de 300 dólares (238 euros) al mes. Y que, encima, tiene agua potable en casa.

¿Cómo es posible?

Simplemente, porque ese agua no es potable de verdad. Es cierto que esa familia tiene un grifo y una conexión a la red. Pero, tal vez, su servicio de agua no es continuado. O el agua que transporta no cumple las condiciones sanitarias necesarias. Así es como, por ejemplo, México tiene el mayor consumo de agua embotellada per cápita del mundo, según datos del

Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Esas cifras revelan una de las mayores paradojas del mundo del desarrollo: las grandes cifras, a menudo, no sirven para nada. Por ejemplo, que un país presuma de que el 90% de su población tiene acceso a agua, no implica que ésta sea potable. Lo mismo pasa en situaciones de crisis. Por ejemplo, tras el terremoto de Haití, hace seis meses, la solidaridad internacional hizo que se enviaran a ese país numerosas plantas potabilizadoras. El problema es que: 1) esas plantas potabilizadoras se quedaban a menudo en el aeropuerto de Puerto Príncipe, porque no había fuel para transportarlas a donde eran necesarias; y 2) lo que se necesitaba en Haití en aquel momento era cloro. Este video del BID muestra la crisis del agua en ese país.

En materia de agua, las políticas destinadas a ayudar a los segmentos de la población más necesitada tampoco tienen por qué ser efectivas. Por ejemplo, un agua barata no significa necesariamente un agua más accesible. Como explica Federico Basañes, gerente de la División de Agua y Saneamiento del BID, el hecho de que el agua en América Latina tenga tarifas muy bajas genera un círculo vicioso: las tarifas bajas no dan incentivos a mantener las redes de suministro en buen estado, lo que a su vez provoca pérdidas que en algunos casos llegan a entre el 30% y el 50% del volumen del agua transportada. Justo lo contrario que con la telefonía, donde las tarifas altas “autogeneran recursos” para que la red se modernice, según Basaña.

Es así como los latinoamericanos de rentas medias y bajas tienen que comprar agua embotellada. En México, por ejemplo, la tarifa mensual media del agua ‘del grifo’ es de 50 pesos (3 euros), pero una familia de ingresos bajos tiene que gastarse otros 130 pesos (casi 80 euros) en agua embotellada, porque la del grifo no la puede beber. Así, el coste final del agua se multiplica, a pesar de—o debido a—la presunta benevolencia de las tarifas bajas.

Tradicionalmente, América Latina sólo ha invertido un 0,12% de su PIB en agua. Eso es lo necesario para mantener la infraestructura existente, pero no para ampliarla ni mejorarla. Así es como unos 80 millones de personas en toda la región no tienen acceso a agua, y otros 120 a saneamiento. Aunque con el saneamiento pasa algo parecido a como con el agua. “A veces, cualquier forma de separar los excrementos físicamente, incluyendo algo tan simple como cavar un agujero, es considerado saneamiento”, explica Basañes.

El problema es que, con poblaciones tan pobres, liberalizar de pronto el mercado y permitir drásticas subidas de las tarifas no soluciona nada. Aunque algunas empresas españolas, como Agbar y Canal de Isabel II, se han adaptado sorprendentemente bien a operar en zonas de ingresos bajos. Agbar incluso opera en un país tan complicado como Cuba, donde tiene una concesión de servicio de agua en La Habana.

En otros casos, la cuestión queda en manos de los organismos multilaterales. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha invertido desde 2007 alrededor de 3.500 millones de dólares (2.145 millones de euros) en la mejora de las infraestructuras del agua en la región. Sólo en 2008 aprobó 1.800 millones de dólares (1.425 millones de euros).

Es una iniciativa en la que España ha jugado un papel central a través de su Fondo de Agua y Saneamiento en América Latina y el Caribe, una iniciativa casi desconocida que, sin embargo, ha aportado ya 277 millones de dólares (casi 220 millones de euros) a siete proyectos en Bolivia, Haití, Paraguay, Brasil, Guatemala y Perú. Para este año, el BID espera que Madrid aporte otros 165 millones de dólares (cerca de 131 millones de euros) a otros siete proyectos. Sólo en Haití, España ha aportado 15 millones de dólares (11,9 millones de euros) como ayuda urgente a la reconstrucción de los sistemas de agua de Puerto Príncipe.

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