Carlos Castro Medina - castro_medina@yahoo.com
Todo está tan asquerosamente estructurado en lo caótico y lo mal hecho, que sin uno querer a veces tiene que recurrir al tráfico de influencia para salir de situaciones que si te llevas de respetar los procedimientos, te llevó el diablo.
No existe un rincón del país donde el llamado tigüeres dominicano no decida el ordenamiento del espacio público o privado. Si decides ir a la playa, la sombra, los parqueos, las mejores frituras o restaurantes, la policía, la alcaldía, todo está supervisado por esa camarilla de lumpenes que hemos aceptado sin decir ni hacer nada. Lacras que viven de la forma más parasitaria posible, sobre la base del chantaje, la vulgar muela, la violencia y el acoso al ciudadano común.
¡Coño…! ¿Cómo podemos seguir así, controlados, acosados, amenazados por esa mafia de callejón de letrina? ¿Cuál es la ganancia, cuál es el beneficio? ¿Qué le aporta eso al ciudadano a no ser imponencia, violencia y malestar?
¿Por qué tanta indiferencia? Uno se pregunta, ¿dónde está la autoridad que debe regular el ordenamiento de la cosa pública? No existe, y cuando aparece lo hace para seguir violentando o abusando de los derechos ciudadanos: reprimir a jóvenes que se besan o porque están vestidos de formas no adecuadas, maltratar a un pordiosero cualquiera.
Es verdad que vivimos en una sociedad sumergida en un estado de anomía social, donde el que asume respetar la ley, doblemente no encaja, primero porque el caos existente te traga, hasta manejar puede ser un agobio. Segundo, si quieres resolver un asunto como debe ser, fácilmente puede ser acusado de psicorrígido por tus propios amigos. Todo está tan asquerosamente estructurado en lo caótico y lo mal hecho, que sin uno querer a veces tiene que recurrir al tráfico de influencia para salir de situaciones que si te llevas de respetar los procedimientos, te llevó el diablo.
¿Cuál es la verdadera lectura que debemos darle a una sociedad donde la autoridad es ausente o decide poco sobre el ordenamiento más burdo del espacio público? No sé, podríamos hurgar en el sub-desarrollo, aunque otras sociedades con las mismas características nuestras no tienen tantos parqueadores por kilómetro cuadrado, tantos guagüeros transitando por cualquier calle como si la ley no estableciera una ruta a cumplir. Tantos taxistas estacionados sin que nadie tome en cuenta que afectan una aérea residencial. Tantos colmados. Tantas bancas de apuestas, tanto de esto, tanto de aquello, como si no existiese un criterio que regule el tipo y la cantidad de negocios que deben existir en un barrio o residencial equis.
Yo no sé ustedes pero yo estoy harto de seguir lidiando, discutiendo, negociando con esta cultura de lo mal hecho cada vez que tengo que salir a la calle.
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