Víctor Víctor
El estado de derecho termina donde empiezan las luchas por las conquistas de derechos ciudadanos, cuando estos se oponen a las desidias de los administradores del estado. En pasadas semanas hemos contado con ejemplos que sostienen esa afirmación. Dos simples muestras:
En el plano nacional contamos con verdaderos conjuros del estado de derecho al no reconocer los derechos ciudadanos. El miedo a los superiores, la falta de valor y la pobreza de espíritu nos muestra una justicia llena de jueces con pobre rigor en el trabajo y que no se sonrojan para mostrar blandenguerías con ciudadanos preferidos. Por si faltara algo, contamos con una Junta Central Electoral de jueces-empleados de las cópulas partidarias, quienes coronan su militancia con la permisividad del fraude, antes, durante y después de los certámenes. Coronan su vergüenza con la torpeza histórica de nunca cumplir a tiempo con la entrega de resultados electorales.
La plaga de la ausencia de derechos en los estados es internacional anda por el medioriente. Hace poco más de una semana los wachimanes del imperio ‘se le tiraron’ en aguas internacionales a los barcos de la llamada Caravana de la Libertad, que llevaba alimentos y medicinas a los palestinos cercados en Gaza, todo gracias al miedo del gobierno israelita.
El resultado de la patética muestra de terrorismo de estado fue muerte y heridas. El vulgar asalto enseguida fue promocionado como ‘legítimo derecho’ por las cotorras mediáticas que trataban de salvar la imposible reputación de los asaltantes israelitas. La acción armada quebró el derecho ciudadano de socorrer a otros hermanos en desgracia. Los wachimanes del medioriente decían buscar explosivos, quizás los que no encontraron sus padres del estado yanki, en Irak.
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