Lo de HOY
Por Pascual Ortiz
“! Alégrate mucho, hija
de Sión! !Grita de Jubilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti;
él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno.” (Zacarías
9,9)
Llega a nuestra Sabaneta la
estrella de Belén, ojalá que sepamos abrir la puerta cuando toque y pida posada. La rechazarás? Te emborracharas,
para así no tener remordimiento? Te
tranquilizaras dándole un juguete, una
cajita de comida para la cena de navidad a una familia pobre; mientras los
otros días del año, siguen siendo olvidadas y marginadas? Lo recibirás con el abrazo de “Juda”? O le
dejara entrar, hasta lograr morada en el corazón de la familia?
José y María tienen que
viajar, como familia que intenta vivir su amor en fecunda armonía y se dirigen
a cumplir con el empadronamiento, que había mandado realizar el emperador.
Ya después de un largo camino
desde su natal Nazaret, llegan a Belén. Cansados, empolvados y hambrientos,
buscan donde pasar la noche.
El estado de preñez es
evidente en la joven madre María, que acompañada de su esposo José, no
encuentran donde poder descansar y si el tiempo así lo decide recibir el
nacimiento de la criatura que lleva en su vientre, en un lugar adecuado. Todas
las puertas se sierran, nadie quiere recibir a una pobre mujer con probabilidad
de dar a luz, esa misma noche.
El rechazo complica aún más la
situación de María y José, que a pesar de ello no se desesperan, siguen
buscando donde pasar la noche. No encuentran mas que rechazo. Pero, no pierden
la esperanza y encuentran un espacio en un corral de animales. El lugar no es
el más agradable, pero es donde no reciben el rechazo. Se acomodan como pueden,
el olor es penetrante y aficiante, no queda más que aguantar. Y como pueden se
acomodan. Su intención es pasar la noche en ese lugar, descansar y al otro día,
cuando el alba se haga presente terminar con el empadronamiento y regresar a su
tierra natal, Nazaret.
Aun no se habían quedado
rendido por el sueño, cuando María despierta adolorida, sintiendo que se desprende algo de su vientre, el dolor era
inevitable, esto hace que su esposo José se despierte y como puede acompañar a María
en la hora del nacimiento del niño. El tiempo transcurre y como testigos privilegiados, los animales parecen
sentir lo que sucede y en silencio con grandes ojos luminoso permiten ver a un
esposo cubriendo con un pequeño manto la criatura naciente. “Lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre.” (Lc.
2,7)
Y en Belén, en un pesebre de harapos
y hediondez inmunda, nace el niño Jesús.
Cuantas Jóvenes madre reciben
el rechazo de su familia, de su esposo y amigos/as. Que no aceptan el embarazo
y entienden que lo mejor es abortar. Eso no sucedió con María, su esposo José
le acompaño siempre. No la abandono, sino que fue el testigo de la fecundidad
materna de María.
Cuantas puertas le sierran hoy
a María, José y su hijo Jesús. Que no son recibidos, porque no hay espacio para
el amor, porque está prohibido la solidaridad. Porque está penalizado el
respeto, el encuentro que permite reconstruir la sociedad y hace de ella un
hogar donde se puede vivir, en armonía fecunda.
Cuantas luces se prenden hoy,
y se olvida el motivo de quien hizo posible encender la chispa de la vida liberadora.
Ocultando el rostro de una madre que da a luz en un establo y dejando sin ver a
un padre que deja a tras el machismo y tiene que aprender a cuidar el niño y la
madre.
Cuantas María asesinadas,
violadas, obligadas a servir su cuerpo como desahogo del placer de los hombres.
En una sociedad machista, sustentada en el odio hacia la mujer. Formada para
ver en ella un objeto sexual, que se rechaza cuando se usa y se cambia cuando así
lo decide el hombre. Que como rey de la selva moderna neoliberal, que se
construye maltratando, desconociendo, violando y destruyendo los cimientos de
la vida; que es la mujer.
Cuantas embriaguez y comelona,
buscando desfigurar la realidad de una sociedad que pasa hambre, sed de
justicia, deseo de trabajar y es empujada a seguir soportando el estiércol en que vive.
Por las mentiras, las promesas incumplidas de unas autoridades políticas que
solo saben mentir, engañar, violar la intimidad de los hogares. Que por el
padecimiento tiene que vender su dignidad.
Tiempo que se repite cada año,
con fundas de miseria. Regalo frutos de
la sangre que derrama de manera cotidiana la familia. Que tiene que velar a
diario los cuerpos sin vida de sus hijos que formado para delinquir, son
endemoniado por sus amos politiqueros, empresariales y cuando ya no les sirve
lo matan y así ocultar la verdadera realidad de cómo llegan al poder y como se
hacen del dinero del pueblo.
Llega a nuestra Sabaneta la
estrella de Belén, ojalá que sepamos abrir la puerta cuando toque y pida posada. Si así sucede, se prendera en familia la luz que desvele los motivos que no
permite la armonía, el respeto, la fidelidad, el dialogo, la felicidad en los
hogares.
La navidad es una invitación a
superar nuestros egoísmos, es una llamada a reconocer las acciones que nos
alejan de quienes amamos. Es sufrir el trance de dejar que la vida se
manifieste en toda su plenitud.
La navidad es que no falte en
tu mesa el pan cotidiano, no el de un día.
La navidad es fiesta de gozo
en el espíritu que libera y transforma la injusticia.
La navidad es entrar al mundo nuevo, que se manifiesta en
los cambios que somos capaces de asumir. Porque amamos la vida y nos hacemos
consciente del valor que ella tiene.
La navidad es dejar de lado
todo lo que nos aleja de la familia. Asumiendo con respeto la paternidad y
maternidad responsable de los hijos/as.
La navidad es cuidar el amor
que tu mujer y yo hombre, nos juramos
para toda la vida.
La navidad es volver como el
hijo prodigo a la casa familiar, al hogar que nos congrego y nos formó.
Permitiéndonos vivir la niñez, la adolescencia y entrar a la adultez marcado
por esa realidad vivida. Que hoy es solo recuerdo y que como niños deberíamos
vivir de nuevo.
No permita que te sigan
robando tu sueño, no más impunidad, si a la vida…
No apaguemos la luz que Dios
nos ofrece en este tiempo, ella debe ser guía, para toda la vida…
"De cierto, de cierto te
digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios" (Juan 3:5).
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