Por
Pascual Ortiz
Los
dominicanos/as estamos frente a una realidad de injusticia y corrupción, que no
podemos postergar más, los cambios. Si no asumimos
cambiar este estado de situación, nos encaminaremos a una desaparición de
los valores que sustentan y dan sentido al ser dominicano.
Hoy
todo se ha relegado a una mafia política y empresaria, que reproduce un estilo de
desarrollo deshumanizante y destructor del medioambiente. El cumulo de riquezas
y el derroche desproporcionado de los recursos naturales, tiene a la humanidad
al borde del precipicio. Es una aptitud depredadora e irracional. Capaz de
poner una ceguera en quienes ven como el costo es ya insoportable.
La ideología
de la desesperanza es tan fuerte, que nos han hecho incluso creer que no vale
la pena ya cambiar. Que lo irreversible ya no es posible. Que ya los cambio
producido en la madre tierra, son irrecuperable. Por ello hacer una depredación
natural o humana. Es lo mismo que sembrar y ciudad la vida de la humanidad.
Es
una mentira más, que no podemos aceptar,
interiorizarla; se hace necesario realizar un análisis de este fatalismo, de
esta cultura de la muerte. Porque esta creando una indiferencia, que va escalando en la cultura y en la relaciones
productiva de la sociedad dominicana.
Hace
falta seguir concretizando la revolución iniciada por los hombres y las mujeres,
que han creído en que como nación podemos valernos con el sudor del trabajo, que
realizamos. Creyendo en nuestras capacidades y desarrollando una producción que
garantice la auto-gestión alimentaria.
Una revolución
que se inicia en mí, en ti. Atrevernos, hoy que estamos a tiempo. Cambiar
nuestra pasividad, debemos cuestionar
las razones que han hecho de nuestro país, una cueva de delincuente y ladrones.
¿Por que? el quehacer político se ha
degenerado tanto, que es sinónimo de delincuente.
Debemos
asumir por nuestros hijos/as, cambiar nuestro país. Si queremos vivir,
sembremos hoy, si queremos cambiar el país, cambiemos nosotros. La inactividad,
nos hace cómplice de los males que padece nuestra sociedad. Yo vivo asumiendo
una aptitud de cambio y de enfrentar con el bien, las maldades. Yo quiero mis
cuatros hijos, yo quiero a mi país, yo amo el mundo (las personas y las cosas)
que Dios nos regalado. Vivir es cuidarla, cambiar es amarla...
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