martes, 1 de febrero de 2011

Los autoritarismos son iguales

Si hay gente que viola las normas de convivencia, el único que tiene de verdad armas legítimas -autoridad- es el poder surgido de las urnas.

Llega un momento que durante las dictaduras, como hay una acumulación ideológica muy grande porque no hay libertad para actuar, cada vez más se van radicalizando los partidos en sus documentos, y llega un momento que el partido se define como progresista no se fundamenta en las teorías sociales, sino como un partido modernizado.

El partido (herramienta visible del Movimiento) debe ser muchísimo más libre en las opciones políticas y, por tanto, con la aportación de los pensadores, no tiene por qué definirse como de izquierda o de derecha.

Tenemos nuevamente un debate acerca de la característica de la izquierda, y hay sectores de la izquierda que reivindican el aspecto autoritario, no tanto de Marx, como de Lenin.

Hablemos con claridad: el grito de la izquierda nada tiene que ver con una posición progresista. Las etiquetas no sirven para nada; es la conducta, es el comportamiento.

El autoritarismo de izquierda es exactamente igual que el autoritarismo de derecha, no hay diferencias. Lo que no sea una expresión democrática, no tiene legitimidad. Las corrientes que conciben la marcha de la sociedad de una manera democrática o no, no son ideologías, son grandes estafas.

El pueblo asociado en grupo tiene derecho a manifestar su discrepancia de los poderes públicos de la manera en que quieran. Pero uno también tiene derecho a analizar para qué se hacen las cosas, si se hacen con nobleza de espíritu o para destrozar un proyecto; a considerar si hay manifestaciones en estos días de grupos sociales cortando calles y rutas o los empresarios anuncian paralizar el país de los tractores, y el verdadero fin de estas acciones.

El poder (constitucional) es el único que tiene legitimidad para usar los instrumentos de violencia y represión de una manera democrática y lógica.

La autoridad no es mala per se. Lo que es malo es el autoritarismo.

Si hay gente que viola las normas de convivencia, el único que tiene de verdad armas legítimas -autoridad- es el poder surgido de las urnas.

No nos acomplejemos. Si hay alguien que viole y pase la línea, el Poder tiene derecho a usar la fuerza, para defender a la sociedad entera frente al que pasa esa línea de convivencia y respeto de las libertades del otro. Esto no impide que la gente tenga todo el derecho a manifestar su discrepancia, pero siempre dentro de la legalidad, de una manera pacífica, pues no es posible violentar la propiedad de otro, cortar las carreteras para impedir el paso de otros o invadir tierras comunes o ajenas.

La protesta o el derecho de huelga son derechos extraordinarios, pero no se puede golpear a aquel que no quiere adherirse.

Y es ahí es donde están los límites. La pasión del gobernante, sobre todo si es estadista, es saber distinguir cuándo tiene que combatir aquello que no es a favor de la convivencia y cuándo tiene que entender que una protesta es a favor de la convivencia pacífica y discrepante.

La discrepancia es un valor positivo que hace ver que uno no está en posesión de la verdad, y los gobernantes deben saber rectificar y aclarar que rectifican, que no pasa nada.

La sociedad apoya a un gobernante que dice: En esto me equivoqué y rectifico. Se debe estar con la participación de todos, pero hay que mostrar los límites cuando se violan las normas de convivencia.


http://www.elretratodehoy.com.ar/opinion.asp?cod=369

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