lunes, 27 de diciembre de 2010

Lula es como Mandela

Por: Ramón Lobo

En los ocho años de Lula, Brasil ha abandonado su papel secundario, no solo en América Latina, y se muestra ahora como un país animoso, emprendedor, simpático y en transformación.



El viernes es el último día de la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva. Deja el cargo a su compañera de partido y amiga Dilma Rousseff con más del 87% de popularidad. En una época en la que el poder corrompe, mancha, modifica a los que lo ocupan y decepciona a los votantes, Lula resulta extraordinario. Como Nelson Mandela.
 

La diferencia entre un buen líder y uno excepcional es, a menudo, una cuestión de matiz. Detrás de esas pequeñas cosas, y de las grandes, están las personas que creen en unos valores éticos, en unas ideas, y gobiernan desde ellos. Es la mejor manera de no extraviarse ni escapar por atajos. Nadie es santo ni demonio completo. Es posible que tanto Lula como Mandela tengan una letra pequeña que desconocemos, pero en tiempos de indecencia y mediocridad, dirigentes como ellos se alzan como símbolos que trascienden a las personas. Lo saben y actúan como tales. Igual que la gran dama de Birmania, Aung San Suu Kyi.

Siempre se dijo que Brasil era un país con mucho futuro que tenía un problema: su futuro no terminaba de llegar nunca. En los ocho años de Lula, Brasil ha abandonado su papel secundario, no solo en América Latina, y se muestra ahora como un país animoso, emprendedor, simpático y en transformación. Su ministro de Economía, Guido Mantega, asegura que en 2026 será la quinta economía del mundo. Está por ver, pero ya se han puesto en camino. En el índice de calidad de vida de la ONU ya ocupa el puesto 73.

En un mundo gobernado por la imagen, las percepciones son una parte esencial en la construcción de la realidad. Si se percibe que un país funciona ese país acabará funcionando. La conquista de las favelas en manos del narcotráfico y las bandas fue otra muestra de eficacia. La percepción de seguridad genera confianza y esta trae inversiones, turistas, eventos deportivos.

Las organizaciones consecutivas del Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016 son la prueba de que el mensaje del Brasil capaz ha calado. Ya no es solo samba, fútbol y Copacabana; ahora es sinónimo de eficacia, de oportunidad de negocio y de un futuro de verdad a la vuelta de la esquina.

Este Lula-símbolo no quedará fuera de juego mucho tiempo. Otro dirigente que se sabe símbolo en contrucción, Barack Obama, le quiere para dirigir el Banco Mundial. Un organismo de Naciones Unidas que podría ser un instrumento esencial en la lucha mundial contra la pobreza. Necesita de personas con visión, personas con ánimo de asumir riesgos, pero también necesita de una reforma interna para acabar con la burocracia. Personas idóneas, herramientas suficientes. Es la única ecuación que funciona.


No hay comentarios:

Publicar un comentario