miércoles, 15 de diciembre de 2010

Hacia batallas difíciles

Pero donde existe un opresor, al mismo tiempo está el oprimido que, casi siempre, forma parte, por acción u omisión, de ese círculo vicioso.


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Escrito por: Pedro P. Yermenos Forastieri (yermenosanchez@codetel.net.do)







Pero donde existe un opresor, al mismo tiempo está el oprimido que, casi siempre, forma parte, por acción u omisión, de ese círculo vicioso.





 La sociedad dominicana, su gente, ese activo fundamental de todo conglomerado humano, es parte de los problemas que nos agobian. Mientras esa circunstancia terrible y dura, no sea reconocida en toda su dimensión, las cosas no empezarán a cambiar. La indiferencia pasmosa en que ha caído gran parte de nuestra población ante una realidad que le lacera, es una de las causas fundamentales para que la misma no sea superada. Es cierto que es víctima de políticas públicas y formas de ejercicio gubernamental de las que no participa, pero donde existe un opresor, al mismo tiempo está el oprimido que, casi siempre, forma parte, por acción u omisión, de ese círculo vicioso.

Es por esa problemática, que en los últimos meses ha resurgido la esperanza de que dominicanos y dominicanas asuman y ejerzan su cuota de responsabilidad, en tanto están en la posibilidad, con actitudes distintas, de revertir una historia de una relación con el Estado inequitativa y humillante. En efecto, en estos tiempos se han venido librando importantes batallas que han sido testimonios de una activa participación ciudadana que es, como he afirmado, un eslabón imprescindible para que el cambio necesario sea posible. Pese a eso, urge comprender que la guerra fundamental que tenemos por delante es de naturaleza política, y esa es la gran jornada que deberemos librar.

Hemos sido testigos de que importantes segmentos sociales del país han llevado a cabo campañas que han resultado muy exitosas, de manera particular por el nivel de conciencia que estimulan, en el sentido de las enormes potencialidades que encierra ese ejercicio responsable de ciudadanía. Todos los temas que han sido asumidos en esas tareas, hubiesen tenido desenlaces distintos, de las mismas no haberse realizado, lo cual, es una prueba irrefutable del vigor y las posibilidades que tiene la presión social bien canalizada.

Los ejemplos de todo esto están ahí, ante nosotros, para que valoremos y comprendamos su gran importancia. Nadie podría restarle méritos a las acciones implementadas a propósito de las pretensiones de instalar una cementera en la zona de influencia de Los Haitises; a la oposición sistemática ejercida contra el bárbaro contrato de la Barrick Gold y las inaceptables formas de explotación de uno de nuestros más importantes recursos naturales; a la indignación colectiva que suscitó la ridícula y mal intencionada pretensión de erigir un museo laudatorio del tirano más sanguinario y corrupto que haya padecido la América Latina.



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