jueves, 14 de octubre de 2010

La desesperanza aprendida o indefensión


Por: Isabel Valerio Lora * isabelvaleriolora@hotmail.com

semanariocamino.net

 
Dependiendo de la forma en que vivimos y nos relacionamos con el mundo, nuestra vida puede convertirse en un conjunto de experiencias positivas y hermosas o en un grupo de vivencias desalentadoras y traumáticas.


Se da el caso de personas que desde que nacen son programados para sentirse indefensos en la vida, para cargar en su espalda la mochila de la desesperanza, o sea, la percepción de que es imposible lograr un sueño, tener la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nun­ca, por lo que plantea una resignación forzada y un abandono de la am­bición y del sueño. Quienes actúan así, su­fren de desesperanza aprendida o indefensión.

Desde un punto de vista psicológico, la desesperanza aprendida es una convicción, presente en algunas perso­nas, de que no es posible modificar la realidad y que, independientemente de las acciones que emprenda para cambiarla, las cosas se quedarán como están. Esta sensación surge cuando, por un motivo u otro, la persona sufre varios fracasos conti­nuos en una lucha, lo que hace que se vaya agotando su energía para volver a intentarlo. Es lo que por ejemplo ocurre con aquellos que nacen en una situación de pobreza y marginalidad, donde son tan escasos los medios para salir de ella que cada in­tento por superar la ad­versidad termina en un fracaso o en una desi­lusión.

Este término de la psicología social refiere a cuando las personas ‘aprenden’ a no esperar que tendrán logros personales positivos en la vida. Por lo general, se refiere a niños en situa­ción de pobreza que ‘aprenden’ que no serán exitosos, que no irán a la universidad, que no serán lideres, creati­vos, etc. Esto es independiente de las habilidades de un niño pero se predetermina de acuer­do a su contexto social .

En un informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Nacio­nes Unidas para el De­sarrollo (PNUD) esta­ble­ció que para el 65 por ciento de las perso­nas del estrato socioeconómico medio-alto que fueron investigados, el rumbo de la vida es el resultado de las de­cisiones personales.

En dramático contraste, sólo el 35 por ciento de los individuos de las clases más desfavorecidas mantuvo esa opinión, en tanto que el restante 65 por ciento de ese segmento afirmó que el destino personal es el resultado de circunstancias externas.

Esa renuncia a ha­cerse cargo de la propia existencia y culpar a los demás de las desgracias propias, cuando se convierte en una plaga epi­démica es causa de estancamiento y parálisis a nivel personal y social.

Para superar la Des­esperanza aprendida, es necesario:

Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad.

Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo, y está lleno de posibilidades y potencialidades.

Buscar formas crea­tivas de abordar la si­tua­ción valorada como amenaza.

Apoyarse en perso­nas que tengan otros re­cursos que usted no posea.

Reevalúe la situa­ción en busca de ángulos positivos.

Aceptar, adaptarse y esperar un mejor mo­mento para actuar, si considera que realmen­te nada puede cambiarse aquí y ahora.

Centrarse en los re­cursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas.

Buscar en su expe­riencia conductas que le hayan servido para su­pe­rar situaciones similares.

Por: Isabel Valerio Lora * isabelvaleriolora@hotmail.com

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