martes, 26 de octubre de 2010

El mar al otro lado

Por: Enric González
elpais.com 

Hay que repetírselo una y otra vez: aquí no hay realidad, sino versiones de la realidad. Versiones antagónicas. Lo ocurrido a bordo del “Mavi Marmara” es un ejemplo más. Cada narrador hace su relato. Activistas masacrados, soldados linchados, ya saben. Esa variedad de verdades es cómoda porque a muchos, quizá la mayoría, les evita enfrentarse racionalmente con los hechos y con la crítica externa. Israel siempre tiene razón. Los enemigos de Israel siempre tienen razón. No hay mucho más que hablar.




Mohamed Khatib, por supuesto, tiene razón. Pero forma parte de una generación de palestinos que admite haber cometido grandes errores en el pasado. Son gente que duda, al menos en cuanto a los detalles. Lo cual, en el contexto local, resulta exótico. Y reconfortante. .Nació en 1974, por lo que su vida ha transcurrido bajo la ocupación israelí. Vive en Jenin, cerca del muro y de una colonia de judíos muy religiosos. Su adolescencia consistió en tirar piedras durante la primera Intifada. Como otros, soñó con grandes victorias y con una épica hecatombe de los judíos mientras aprendía hebreo y trabajaba para patronos israelíes.

Ahora es un dirigente vecinal con tendencia al escepticismo. Organiza manifestaciones contra el muro que pasa por su pueblo, contra la presencia de los colonos judíos en su pueblo, contra la destrucción de los olivos de su pueblo. Piensa, como otros dirigentes vecinales, que si cada pueblo se organiza y defiende sus intereses tal vez, sólo tal vez, la ocupación se resquebraje. Incluso podría terminar algún día.

Pero ya no cree en la desaparición de Israel. Ni cree en los dirigentes políticos palestinos: de unos, los de Hamas, rechaza los métodos violentos; de otros, los de Fatah, la venalidad y la facilidad para claudicar. Considera que la resistencia palestina frente a los israelíes ha estado llena de errores. El terrorismo, por ejemplo. O la grandilocuencia hueca.

“Nuestras manifestaciones congregan a poca gente”, dice, “y somos débiles”. “Nuestra fuerza está en el futuro, en la perseverancia”, añade. No hace mucho, los colonos le dieron una paliza y pasó dos días en el hospital. Sigue perseverando.

Desde la terraza de su casa, donde tomamos té, suele verse el mar. Hoy, no. Por más que escrutamos el horizonte no vemos el mar, que está a unos 30 kilómetros. Inaccesible, al otro lado del muro.

(Estos textos se verán interrumpidos una temporada porque el autor se dedicará durante un mes a escribir sobre fútbol en otro blog y luego, si los acontecimientos se lo permiten, se largará de vacaciones. El autor espera volver hacia mediados de agosto para seguir deslumbrándose ante la razón absoluta de todas las partes en conflicto)

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