sábado, 25 de septiembre de 2010

Viaje hacia la claridad



Escrito por: Adrián Javier
 (lapalabra.encinta@gmail.com)


Lo demás es la soledad compartida. El baile de los solos. La sorpresa de sabernos esperando. Desnudos al borde de la desdicha. Contando el aire y sus pájaros de plomo... Pero debo decirlo con todas las letras.





Si en “La Máscara de tu Oscuro”, el hombre es un enigma que dibuja su “insipidez benigna”, como dice Silvana Marte, también es un “ángel de ausencias rotas, amarillas, calladas (...) que lleva en su camino la torpeza del derrumbe, la llamada casi cantada del pecado”, y aunque es un “padre supremo de voz baja, de filosofías abnegadas (...) sin gracia”, no es secreto para nadie que aun le “produce fascinación”, porque es el único habitante de un libro / vida, donde el amor se llama y es emblema de una llama redentora: “El amor lo mata todo/el amor no fluye nada./Y como aire vuelas en mi vida/Y como piel te tallas en mi cuerpo./El amor lo espera todo/El amor no espera nada/Te pienso en la distancia”.

Si anotamos cierto enmarañamiento temático y alegórico, propio de los simbolistas, y alguna tonalidad simbólica ejemplificada por los existencialistas; debemos subrayar de soslayo la presencia del surrealismo en algunos de los textos de “La Máscara de tu Oscuro” de Silvana Marte: “Con los respiros descalzos/me baño, me brindo, me ciego, me acerco, me amarro”. (Rastros). /“Quédate en mi boca/ y átame a la cadera de tus manos”. (El vestido de Dios). “Pero estás allí, fumando el sonido perpetuo de tu suerte”. (La desgracia que te forma).

Este libro es la aventura de una búsqueda, a la vez que el venturoso encuentro de una voz. Trataré de explicarlo...

Creo que todo texto que comunique un temblor, es vestigio de un poema verdadero subyacente.

Esto es, de una voz verdadera que late, que murmura, que hace intentos denodados de acercarnos a su universo de significancias y transparencias.

Intento decir que si la poesía ha de emprender siempre “un viaje hacia la claridad”, como decía el gran poeta francés Paul Valéry (1871-1945), sospecho que querrá acompañarse con lo mejor de nosotros.

Esa esencia que el poema revela y la página desvela: ¡La máscara derrotada de nuestro otro en fuga!

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