miércoles, 26 de mayo de 2010

Inequidad en la inversión en movilidad urbana.-

César Pérez . cperez@intec.edu.do
La existencia o no de un eficiente sistema de transporte urbano determina el buen o mal funcionamiento de la economía de una ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. Ningún sistema de transporte puede ser eficiente si este no cuenta con una trama urbana racionalmente diseñada y gestionada con sentido de inclusión social de sus habitantes y sin una inversión en la construcción de las obras de infraestructura en que descansa el discurrir de la vida de la ciudad con sentido de equidad.

Las últimas grandes inversiones en infraestructuras urbanas orientadas hacia el transporte, vialidad y movilidad en la ciudad de Santo Domingo han recibido muchas críticas porque sus ejecutantes nunca han presentado al público los planes y estudio que la sustentan y por el alto costo de las mismas. Sin embargo, creo que aunque los costes no fuesen tan cuantiosos y los planos se hubiesen hecho y difundido, la mayoría de esas inversiones no resolvían sustancialmente los problemas básicos de esta ciudad.

Ello así, porque sin una concepción urbanística moderna, estas intervenciones en la capital dominicana, a pesar del calado de los elevados, los paso a nivel, túneles y el mismo metro se convierten a acciones puntuales, sin visión de conjunto, con limitado sentido de la equidad, que se traducen en recursos y oportunidades perdidas para el buen discurrir de la economía y la vida de la población del Distrito Nacional y del área metropolitana.

Por ejemplo, el limitado aporte que hace la primera línea del metro se debe básicamente a las pobres potencialidades que tiene su trayecto escogido, en términos de concentración de actividad económica y poblacional. El origen-destino escogido para la segunda, a pesar de que une dos polos con mayor concentración económica y poblacional, tiene un trayecto que por el momento, no parece tener las potencialidades que justifiquen la inversión en esa obra ni que con ella se logre potenciar una línea de metro que languidece.

El trayecto de esta segunda línea, se hará sobre una virtual carretera urbana, sin trama ni tejido urbanos, una vía monofuncional que tiene servicios que por su naturaleza y ubicación, básicamente, sólo atraen usuarios que no usan medios de transporte público, una vía en cuyo eje no se identifican los elementos propios de una ciudad: diversidad de actividades que determine una diversidad de sus usuarios, lo cual, la afluencia de usuarios que tendrían muchas estaciones que tendría este trayecto, tendería a ser bajísima, debido a la poca cantidad de habitantes y de servicios de uso masivo ubicados en el referido trayecto.

El carácter de carretera urbana del trayecto de la línea dos, limitaría las posibilidades de la potenciar la línea uno. Además de eso, la intervención del llamado Corredor Duarte en el referido trayecto, limitaría las posibilidades de en este se realicen eventuales intervenciones alternativas de transportes colectivo, tales como: el metro-bus, trolebús o tranvías, que con tantos éxitos y relativo poco costo, se han practicado en Quito, Bogotá, Guayaquil, entre otras ciudades de la región.

La construcción de un metro sin una política urbanística de carácter integral y con clara limitaciones para incorporar una significativa cantidad de usuarios, junto a la construcción de corredores, elevados y túneles que le roban o limitan los carriles al transporte colectivo y que potencian el uso del transporte privado, evidencia una política de movilidad urbana de poco sentido de racionalidad y de equidad. Además de que resulta una intolerable injusticia el hecho de que de los bolsillos de los usuarios del transporte colectivo se financien obras de casi exclusivo beneficio para los usuarios del transporte privado.

Esta circunstancia, más el hecho de que por pura politiquería, se mantenga el primitivo sistema de “concho”, a través de la importación de miles de nuevas unidades de automóvil y no de autobuses para el transporte público, no solamente no soluciona el tema de la movilidad urbana en esta metrópolis, sino que empeora la calidad de la vida de sus habitantes, limita las potencialidades de su economía y las posibilidades de una real inclusión social.

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