
Hay un tema que pocos analistas han tratado. Se trata de la peligrosidad de la crisis interna de los partidos políticos, que ha dado lugar a una creciente falta de credibilidad en sus propuestas, a menudo fruto de improvisaciones y egoísmo.
La Historia demuestra que en todos los países donde los partidos han perdido credibilidad se han instalado regímenes dictatoriales. La Gran Depresión de 1929 y la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial crearon una frustración popular tal que dio lugar al entronizamiento de Hitler, cuya carismática figura y relevante oratoria lo convirtieron en un ídolo, que fundamentaba sus exposiciones con pronunciamientos nacionalistas, estímulos del racismo, del militarismo y la preeminencia de la llamada raza aria. Hitler instaló una dictadura de doce años y llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial.
En Cuba, tanto la tiranía de Batista, como la corrupción y la crisis de los partidos, fueron piedras angulares de la revolución de Fidel Castro, sin entrar en consideraciones.
En 1930, la crisis de los partidos, el intento de reelegirse de Horacio Vásquez y la corrupción en su entorno, aunque él no formara parte, abrió el camino a Rafael Leonidas Trujillo para instalar una horrorosas tiranía.
En Venezuela, la falta de credibilidad de Acción Democrática y Copey, dio lugar a que en 1999 surgiera como presidente un militar de mano dura, el coronel Hugo Chávez Frías, que guste o no guste ejerce el poder basado en el continuismo, con franco desafío a Estados Unidos. Chávez ha sido respaldado en las consultas populares que se han celebrado, bajo denuncias de la oposición de que ha limitado sus derechos para operar libremente.
Podría continuar citando ejemplos que demuestran que mientras los partidos se dejen arropar por el clientelismo y la corrupción, mayores serán las posibilidades de un gobierno antidemocrático. La advertencia está hecha. Pertenezco a una generación que ofrendó su sacrificio para redimir a este país pisoteado por una tiranía sin parangón.
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