La Hondonada, Sánchez Ramírez. Los niños y jóvenes de aquí que quieren estudiar la tienen difícil. La rutina diaria de recorrer muchos kilómetros de caminos polvorientos y el ambiente poco acogedor de sus centros, se combinan para que decenas de alumnos permanezcan fuera de las aulas.
La escuela La Hondonada, fundada a inicios de la década de 1980, recibe a 54 niños de las empobrecidas comunidades rurales aledañas. A pesar de que funciona en un plantel de bloques de hormigón y cemento con techo de zinc, que fue reparado a finales del año pasado, necesita un baño y recursos educativos básicos como butacas, pizarras y tiza.
Como confiesa la directora Fiordaliza Rosario Vásquez, la docencia comenzó este año en el recinto que fue entregado sin terminar por las autoridades de Educación. La comunidad se había resistido a utilizarlo, pero las ranchetas en que se impartía la docencia se fueron haciendo cada vez más calurosas y pesadas.
A cinco meses de que las autoridades prometieron regresar para terminar la colocación de las tuberías para el funcionamiento de los baños, los estudiantes tienen que recorrer varios kilómetros hasta un riachuelo para abastecerse de agua.
Sin baños. “¿Tú te imaginas tener aquí a estos niños tan pequeños sin baños?”, cuestiona la directora de la escuela para justificar la instalación de una letrina hecha de madera y yagua en el patio del recinto, a pesar de que se construyeron baños.
La falta del suministro de agua, obligó a instalar una letrina con pedazos de madera y yagua, con su “puerta desplegable” incluida.
Mientras, dos baterías de baños perfectamente equipados, permanecen clausurados y sin ser utilizados.
Rosario de penas. Antes de ocupar el plantel de dos aulas, entregado este año, los alumnos asistían a clases en un villar y en enramadas de los patios de la comunidad. Para cursar su educación media, deben recorrer más de cinco kilómetros, hasta el liceo más cercano.
No tiene pizarras, oficina ni servicio de agua potable, por lo que los baños no pueden ser utilizados.
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