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La cultura política árabe, y en general la de todo Oriente Próximo, es muy distinta a la cultura liberal que, más o menos, viene imponiéndose en Occidente. Aquí, por diversas razones (la tradición beduina, el aislamiento de las comunidades en el desierto, la primacía de los clanes), la tolerancia y las concesiones son consideradas errores gravísimos. La regla de oro es la intransigencia.
En su libro De Beirut a Jerusalén, Thomas Friedman lo explicaba con la fábula del pavo. Un viejo beduino tenía un pavo (creía que su carne le devolvería el vigor sexual) y una noche se lo robaron. El beduino llamó a sus hijos: “Chicos, corremos un peligro terrible, me han robado el pavo”. Los hijos no le dieron importancia al asunto. Semanas después alguien les robó el camello. Los hijos se alarmaron y el padre les dijo: “Olvidaros del camello, encontrad el pavo”. También el caballo fue robado, y lo mismo: “Lo que hay que encontrar es el pavo”. Luego fue violada la hija. El padre explicó: “Todo ha ocurrido a causa del pavo. Cuando vieron que podían robarnos un pavo impunemente, lo perdimos todo”.
.Intransigencia, escarmientos exagerados, venganzas eternas, violencia desproporcionada, son los fundamentos del poder. Para comprender algunos de los acontecimientos más terribles ocurridos en la región (la matanza de kurdos con gas por parte de Sadam, la masacre de Hama por parte de Assad), hay que acordarse de la fábula del pavo. Quien manda no puede permitir el más leve desafío a su poder, y debe castigarlo con la máxima rotundidad posible.
Los israelíes, los recién llegados a la región, han construido una narración sobre su propia historia. Durante siglos los judíos fueron perseguidos, marginados, expulsados. Desde finales del siglo XIX fueron víctimas de pogromos y matanzas que culminaron en la Shoah, el exterminio organizado por los nazis con el beneplácito de una gran parte de la sociedad europea. Según el relato israelí, todo eso ocurrió porque los judíos eran mansos, crédulos y transigentes. La cultura fundacional de Israel se basa en impedir que esos desastres se repitan, lo que impone, entre otras cosas, un cambio profundo en cada judío: debe ser fuerte, intransigente y, si hace falta, más violento que nadie.
Israel es, tal vez, una combinación del “judío nuevo” y la fábula árabe del pavo. Vale la pena acordarse del pavo cada vez que se habla de Hamas, Israel y el bloqueo de Gaza.
(Disculpen la interrupción de estos días, he estado ocupado en otras cosas)
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